lunes, 20 de agosto de 2012

La Vitrina



La multitud se arremolinaba en aquel centro comercial, llegaba cada vez más gente parándose de punta para poder ver, muchos boquiabiertos miraban dentro de esa vitrina, amplia, con un vidrio totalmente transparente e impecable. Otros con intriga. En esa vitrina estaba ella, acompañada solo por una silla y unas luces que la iluminaban a perfección, inmóvil se encontraba ahí vestida como le había sido ordenado. Aquél corset negro que dejaba al descubierto y realzaba sus pechos, el cuero de ese corset terminaba a la altura de sus caderas, dejaba su trasero y su sexo a la vista, en el borde inferior se convertía en un liguero que con lazos negros sostenía sus medias, también negras. Llevaba unos altos tacones. 

De cabello suelto que le acariciaba toda la espalda ahí estaba ella, inmóvil cual maniquí Por fuera se miraba inexpresiva, por dentro temblaba, pero no tenía miedo, ella confía ciegamente en aquel que le ordenó estar ahí. Solo había recibido esas órdenes, ir a ese lugar, vestida así y pararse de esa manera, sin moverse. No sabía que iba a pasar. Podría pasar el día entero ahí y no hacer mas nada o podría llegar ÉL. Pero algo si era seguro, estaba siendo observada, docenas de ojos la hurgaban, casi sentía como la recorrían, como miraban sus pechos erguidos, su rostro que empezaba a perder la calma, sus muslos, sus caderas y su sexo mojado, sí, ya estaba mojado, ella sentía como sus fluidos salían y se deslizaban a sus muslos No podía creerlo pero la mirada de esas personas que la ponían tan nerviosa, a la vez la estaban excitando. Le gustaba ser vista Tanto que sus medias ya estaban empezando a humedecerse también.

Sus piernas comenzaron a temblar. Ya llevaba aproximadamente 2 horas así. ¿La silla era para ella? ¿Para sentarse en un momento así? Pero solo había recibido órdenes de estar parada, aunque estaba cansada. Excitada, cansada, no sabía qué hacer, sin embargo se quedó así de pie. Una lágrima escapó de uno de sus ojos y rodó por su mejilla. La gente se preguntaba, que hacía ella ahí, si no fuera por la lágrima y la humedad, pudieron haber pensado que era un maniquí. ¿Por qué la muñeca lloraba? Porque no sabía qué hacer, necesitaba a su SEÑOR, necesitaba una orden de ÉL, la que fuera. Angustiada por no saber qué hacer, ahí expuesta por tanto tiempo, necesitaba que la guiara su dueño. Cada vez se sentía más expuesta. Cada vez más expuesta, mas excitada, mas indefensa y más de ÉL. Brotaban mas lágrimas incontenibles, ya no iba a poder controlarse.

Rompió en llanto y sus piernas cedieron, estaba de rodillas en esa vitrina, completamente desarmada, llorando ante aquella multitud En ese momento siente una mano que acaricia su cabello, era ÉL sin duda alguna. Reconocía su olor, su presencia, su mano. Sintió un alivio tan inmenso, su corazón se llenó de felicidad, ahora las lágrimas eran de alegría y una sonrisa llego a su rostro. ÉL le dijo: levántate. Ella obedeció agradeciendo escuchar esa voz q tanto adoraba. Sin mirarlo a los ojos y con las piernas débiles se paró. ÉL le permitió que lo mirara, ella sube la mirada y se encuentra con sus ojos penetrantes, le sonríe y la calma. ÉL estaba todo de negro, imponente como siempre y con un látigo en su otra mano. Ella sintió tanta calma al estar con su AMO. Le dijo: calma pequeña mía, no pasa nada, pero me has desobedecido, te dije que te quedaras de pie y no lo hiciste. Te castigaré fuertemente.
A ella no le importaba, se sentía feliz, plena porque su SEÑOR estaba ahí. Sintió 2 nalgadas suaves, era una orden, ya sabía lo que significaban Se puso en 4, como la perrita que es. ÉL le dijo que de espaldas al público. Ella obedeció. Ahora su sexo y su culo estaban ahí a la vista de todos.

Su SEÑOR recorrió su cuerpo con una mano, desde su nuca por su espalda, apartando el cabello hasta su sexo, se mojó la mano y volvió para humedecer su culo. Eso le causo un inmenso placer a ambos. Pero ella sabía que solo se aproximaba el castigo. ÉL dejó caer el extremo del látigo que tenía enrollado en la mano. Ella dejó de respirar un momento y cerró los ojos, con extrema habilidad, su SEÑOR levantó el látigo y le dio el primer azote, aún suave. ÉL solo la probaba, siempre estuvo en el publico
con látigo en mano, esperando el momento en que ella no aguantara mas, estaba orgulloso por todo el tiempo que ella estuvo ahí, sola, de pie, pero sin duda alguna había desobedecido, vino el segundo latigazo y ella los contaba. “¡Uno mi Señor!, ¡2 mi Señor!”.
Aumentaban en fuerza y se distribuían en su espalda y nalgas, dejando hilos rojos en su piel. ¡49 mi Señor!... Ya eran muy fuertes y ella se retorcía, respiraba profundo y se escapaban las lágrimas. Sin embargo aguantaba, en el azote 50 ÉL se detuvo. El público que los observaba estaban unos indignados y otros excitados. Nadie se iba.

La mano de ÉL bajó hasta mojarse con ella, tanteó y apenas la tocó, se le escapó un gemido. Con una sonrisa perversa ÉL la mira "Eres mi perrita" le dice, "apenas te toco y casi te corres, ahora siéntate en la silla, con las piernas bien abiertas y mastúrbate, que te vean".
Ella se sienta en la silla, con la mirada baja avergonzada, ÉL la corrige, que vea a la gente que la mira, sus expresiones, lo que ella causa en ellos, abre bien las piernas y su mano baja, estaba empapada, ya mojaba la silla, empezó a tocarse, la gente sorprendida la miraba fijo, vio que un par de parejas se manoseaban disimuladamente, señoras cruzaban las piernas y se echaban aire, señores escondían la erección, eso la puso a millón, los tenía a todos excitados, quizás tanto como ella, se tocaba de la manera más sensual y desinhibida, le gustaba que la vieran, era toda una perra, gemía se retorcía y ÉL, la miraba, sonriente y orgulloso. Sentía como el orgasmo se aproximaba, se agitaba más y cuando estuvo a punto, lo escuchó: "yo no te dije que podías acabar", ella sabía que era una advertencia, su mano se detuvo mientras ella temblaba del orgasmo aguantado. Respiraba profundo para aguantar.
"Ahora lame la silla, límpiala" le ordenó ÉL... Ella lo hizo, saboreaba sus jugos, excitada como nunca, no pensaba en mas nada que complacerlo cuando estuvo limpia la silla, ÉL abrió sus pantalones. Ella estaba bien entrenada, hizo lo que debía, fue a gatas hasta ÉL de rodillas frente a su SEÑOR, comenzó a hacerle sexo oral, como sabía que le gustaba, como había sido entrenada. Lo mojaba, babeaba como una niña, gemía y se esforzaba para hacerlo feliz, el empujaba para ahogarla, ella contenía su respiración sentía como su SEÑOR se adentraba hasta el fondo de su garganta. Ella se aferraba a sus piernas fuertes, la detuvo y agarrándola por el cabello la haló paseándola por todo el espacio de la vitrina: "Mira perrita, como todos te ven" Continuó: "estas siendo expuesta como lo que eres, mi puta, que todos vean como te uso a mi antojo, como eres MIA".
La ubicó en 4 patas, dándole la cara a la multitud, la dejó ahí un momento en silencio, mirándolos a todos. Excitada, gimiendo, deseosa "¿Ahora perrita, dime que necesitas?" Le dijo mirándola "Dime ¿qué sientes?" Ella le responde: "necesito que me use mi SEÑOR, por favor se lo pido, necesito sentirlo dentro de mí, se lo ruego". "Tendrás que rogar mejor mi perrita" le dice ÉL. Ella arquea la espalda pega el pecho al suelo, levanta mas el culo y se abre las nalgas "Se lo pido mi SEÑOR, úseme como se le antoje, soy toda suya para lo que desee, siento que no puedo mas y solo lo necesito a USTED"

Ella iba a continuar rogando, pero repentinamente sintió una embestida, ÉL se adentraba en ella, se abría paso, ella miró al cielo, un grito escapó de su boca, tembló y con solo un par de embestidas mas, se corrió, empapando más el lugar. Ella gemía sin parar, él no se detuvo, la penetraba fuerte, la halaba del cabello, la nalgueaba y marcaba sus dedos en sus nalgas, sus tetas se balanceaban al ritmo de ÉL. Ella abría los ojos para poder mirar el público que ya había olvidado el recato y se tocaban
La miraban y se manoseaban, ella los miraba y gemía. Tuvo uno, dos, hasta 5 orgasmos mas. Sintió luego como su SEÑOR la llenaba.

Como sentía que la calidez de ÉL la inundaba por dentro, eso la hizo tan feliz. La nalgadita que sintió significaba que debía limpiarlo, se volteó y suavemente con la lengua lo limpió saboreando cada fluido. Mientras que por su sexo y muslos se escurría el blanco elixir de ÉL. Le ordenó levantarse y mientras ella chorreaba llena de placer y felicidad, ÉL se acomodaba los pantalones para llevársela así por todo el lugar hasta la casa, caminando, sin limpiarse, de su collar y desnuda. Pero más feliz que nunca.


3 comentarios:

  1. Interesante relato. Sencillo, directo y lo suficintemente abierto para que cada uno cree su propia versión en la mente, enriqueciendola como quien abona un campo para cosechar imágenes que perduran en la memoria. Un muy feliz control del amo para un muy feliz final para la sumisa.

    Felicitaciones.

    Saludos =)

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por mi primer comentario, es muy amable =D

    ResponderEliminar